El año pasado, cuando llegó el momento de plantar el jardín, mi esposa compró un paquete de semillas de maíz. A su debido tiempo, brotaron y finalmente tuvimos unos 25 tallos de maíz.

Como sucede en todo el mundo, nuestras tormentas de verano (¡y de invierno!) se están volviendo mucho más violentas, y me sorprendió cómo esos delgados tallos de maíz podían soportar los vientos de 100 a 120 km por hora de nuestro verano. ¿Cómo es que todavía estaban en pie al otro lado de la tormenta? ¿Por qué no se cayeron? ¡Sobre todo cuando crecieron hasta ser más altos que yo!

Pero sí se mantuvieron en pie, y me alegra informar que disfrutamos de muchas mazorcas de maíz frescas de nuestro jardín. Con la temporada de otoño a la vuelta de la esquina, mi esposa comenzó la ardua tarea de limpiar los canteros del jardín. Cuando comenzó a arrancar el maíz, descubrimos por qué nuestros tallos de maíz, y todos los tallos que vemos en los campos que nos rodean, ¡podían soportar el viento! ¡Era su sistema de raíces!

Ahora bien, si alguno de ustedes es agricultor de maíz, estoy seguro de que se habrá reído de la ignorancia de estos dos habitantes de la ciudad; pero en todos nuestros años –y créanme, ¡estamos aquí desde los dinosaurios!– nunca antes habíamos prestado atención al sistema de raíces de un tallo de maíz…

En julio, publicamos una historia titulada “Aferrándonos a la Roca”, que enfatizaba nuestra necesidad de aferrarnos a Jesús para soportar tiempos difíciles. Sin embargo, lo que esa historia no decía era cómo lograrlo. Cuando observamos el sistema de raíces de un solo tallo de nuestro maíz, ¡el “cómo” se hizo muy claro! El tallo del maíz tiene una raíz primaria que es grande y se hunde directamente en el suelo. Además de esto, sin embargo, produce muchas más raíces que rodean el tallo y que se arquean desde el costado del tallo hacia el suelo, lo que le proporciona estabilidad adicional. Mi esposa contó hasta 16 de estas raíces secundarias en un solo tallo.

El punto es claro: ¡no podemos permanecer fuertes si solo hacemos una cosa! Así como ese tallo de maíz tenía hasta 16 raíces secundarias de anclaje además de la principal, también necesitamos múltiples anclas en nuestro caminar cristiano. De lo contrario, ¡caeremos de nuestra roca al primer indicio del “viento” de la vida!

¿Y cuáles son estas anclas secundarias que necesitamos en nuestro caminar cristiano? Estas son algunas de las más comunes:

1. La Biblia: la Palabra viva de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos” (Hebreos 4:12a NVI). Cuando nos adentramos en la Palabra de Dios, cuando meditamos en sus Verdades, cuando creemos cada palabra y dejamos que Dios nos hable a través de la Biblia, entonces, “penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. (vs. 12b). Un ancla definitiva para nuestras almas.

2. La oración – “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:16 NVI) ¡La oración es nuestra conexión con Dios! Sin ella no podemos soportar los vientos de las pruebas.

3. La alabanza – “Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mis labios” (Sal. 34:1 NVI). Cuando alabamos a Dios, suceden cosas: “…me respondió; me libró de todos mis temores” (Sal. 34:4b NVI). ¡Esta es una raíz de anclaje vital!

4. La Iglesia – El “cuerpo de Cristo”: “Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno de ustedes es miembro de él” (1 Cor. 12:27 NVI). Cuando nos mantenemos unidos como uno solo, ¡somos fuertes! Y como tal, la iglesia se convierte en una de nuestras “raíces de anclaje”.

5. Compañerismo – La Biblia nos manda a “no dejar de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortarnos unos a otros; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25 NVI).

6. Tu relación con Dios – “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33 NVI). Cuando buscamos a Dios, dedicando tiempo a fortalecer nuestra relación con Él, aprendemos quién es Él, aprendemos cuánto podemos confiar en Él. ¡Echamos “raíces de ancla” importantes!

7. Fe – “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6). Cuando nuestra fe es fuerte, estamos echando un ancla que no puede ser sacudida.

8. Esperanza – Esta no es tan común, pero en realidad es una que la Biblia misma llama “ancla”: “Tenemos esta esperanza como ancla del alma, firme y segura, que penetra hasta el santuario interior, detrás de la cortina…” (Hebreos 6:19 NVI). ¡Nuestra “esperanza” no es un deseo caprichoso, es una declaración de fe! ¡Nuestra esperanza está en Jesucristo! ¡Y esta esperanza es nuestra ancla!

Hay muchas más, incluyendo la obediencia, el testimonio, el servicio, la generosidad, etc. Pero basta con decir que, si queremos resistir los vientos de la vida, necesitamos más que haber aceptado a Jesús como nuestro Salvador. Esta es nuestra raíz principal, pero al igual que el tallo del maíz, también necesitamos muchas raíces de anclaje. ¿Por qué no pasar un tiempo refinando y haciendo crecer esas raíces de anclaje hoy?

Inspirado por Rob Chaffart
Fundador, Ministerio Answers2Prayer

Traducido por Pascal Lambert.

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Cultivo de maíz

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