Tengo un montón de pañuelos de mi madre (los llamábamos pañuelos). Uno en particular me llama la atención. Con un borde de delicado encaje, pequeñas iniciales están bordadas en la esquina del cuadrado de tela suave: ¡las iniciales del nuevo nombre de casada de mi madre! Los miro con cariño, imaginándola pasando horas a bordo del barco de tropas, bordando, en su camino hacia una nueva vida con mi padre, mientras viajaban desde Checoslovaquia a Singapur, que entonces era parte de Malaya, en 1947. Atesoro este pañuelo. ; Me recuerda a mi madre y a la historia de su vida cada vez que lo uso. No todos los pañuelos de la pila tienen iniciales (podrían ser las de cualquiera), pero éste definitivamente identifica a mi madre.
“Y ahora también vosotros, los gentiles, habéis oído la verdad, la buena nueva, de que Dios os salva. Y cuando creísteis en Cristo, él os reconoció como suyos, dándoos el Espíritu Santo, que había prometido hace mucho tiempo”. (Efesios 1:13 NTV)
Algunas traducciones usan la palabra “sellado” o “marcado” para “identificado”, sugiriendo que se ha llevado a cabo una acción por parte de Dios. Dios nos marcó como sus hijos cuando creímos, así como las iniciales bordadas en el pañuelo de mi madre marcaban que le pertenecía a ella. El sello de Dios, sin embargo, es invisible para nosotros. ¿Cómo, entonces, podemos ser identificados como pertenecientes a Dios? ¿Cómo pueden otros vernos como pertenecientes a Él?
“Pero el Espíritu Santo produce esta clase de frutos en nuestras vidas: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio”. (Gálatas 5:22 NTV)
“Jesús dijo: ‘Permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros. Porque un pámpano no puede dar fruto si se separa de la vid, y vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis en mí. Sí, yo soy la vid, y vosotros son las ramas. Los que permanecen en mí, y yo en ellos, producirán mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer.’” (Juan 15:4,5 NTV).
Cuando aceptamos a Jesús como Salvador, fuimos injertados en Él, la Vid. Nuestras ramas simplemente crecen. A medida que dependemos de Jesús día a día, su “savia” dadora de vida fluye hacia nosotros. Nuestra propia fuerza falla, nuestra sabiduría es insuficiente y nuestras habilidades naturales pueden llegar a su fin. Cuando permanecemos apegados a Él y maduramos en nuestra relación con Jesús, estos frutos –Su carácter– crecen espontáneamente en nosotros. No podemos producirlos solos, pero los cultivamos estando cerca de Jesús.
Después de la muerte de mi madre, le comenté a mi hermano: “Mamá era una verdadera cristiana”.
Aunque no es creyente, mi hermano estuvo de acuerdo conmigo. “Lo sé.” él dijo. Le llamaron la atención las cualidades de carácter de nuestra madre.
Seamos personas que sobresalgan en este mundo al reflejar el carácter de Jesús. Seamos personas que le recuerden a otros a Él, mientras nos mantenemos conectados con la Vid. Que nuestro carácter piadoso, fruto del Espíritu, sea la marca que nos identifique como seguidores de Jesús.
Oración: Señor, ayúdanos a permanecer unidos a Ti para que podamos ser identificados como Tus seguidores. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
Alicia Burnett
Red Deer, Alberta, Canadá
Traducido por Pascal Lambert