“Todo lo que respira alabe al Señor.” (Salmos 150:6 NVI)

Era un día maravillosamente cálido para marzo aquí en las montañas de mi hogar. Ya hacía calor cuando el sol se alzaba lentamente sobre las montañas y por todas partes se percibían los indicios de la primavera que se avecinaba. Vi los primeros dientes de león y narcisos florecer entre la hierba. El aire había perdido su frío invernal. Habían brotado brotes en las ramas de mi arce. Y mis oídos fueron bendecidos con una gloriosa sinfonía de cantos de pájaros. Pude distinguir al menos una docena de cantos de pájaros diferentes que se mezclaban, sin contar los ensordecedores graznidos de los cuervos. Sonreí al escuchar esta dulce música de la naturaleza. Era un coro de alegría que siempre me llenaba el corazón de alegría. Y era una maravillosa señal de que la primavera estaba cerca.

Sin embargo, últimamente estaba pensando: ¿Por qué cantan los pájaros en primavera? ¿Cuál es la razón? Los expertos lo atribuyen todo al apareamiento y la reproducción. Los machos llegan para establecer un hogar donde criar a los futuros pichones. Sus cantos atraen a las hembras, que llegan unas semanas después y luego comienzan a construir un nido para criar a la siguiente generación de pequeños cantores.

Sin embargo, creo que hay una razón más profunda. Creo que hay una razón que la ciencia por sí sola no puede explicar. ¿Por qué si no seguiría oyendo a los pájaros cantar hasta bien entrado el verano e incluso algunos días del frío invierno? Quizás sus cantos no sean solo una necesidad biológica. Quizás sus cantos también ofrecen alabanza y amor a su Creador. Quizás, como nosotros y los ángeles, sus cantos comparten su alegría, su amor y su conexión con todo.

Algo que he aprendido al escuchar esta música celestial cada primavera es a compartir también mi propio canto, no solo con mi voz, sino también con mi vida. Cada día aquí es un glorioso regalo de Dios. Cada día aquí es un nuevo comienzo. Cada día aquí es una nueva oportunidad para compartir amor, esparcir alegría, ayudar a los demás y cantar. ¡Que todos podamos hacerlo!

Joseph J. Mazzella

Traducido al español por Pascal Lambert