“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.” (Isaías 53:4 Reina Valera)
Durante los primeros dieciocho años de mi vida, mis padres me ayudaron con las cargas. Desde enseñarme responsabilidad hasta conseguirme trabajos y atender mis necesidades básicas, me ayudaron a llevar las cargas que conlleva crecer. Desde entonces, ha habido otras ocasiones en las que me ayudaron a llevar cargas no deseadas: cuando perdí un trabajo, cuando una relación fracasó, cuando un niño se rebeló, cuando mi único coche se averió.
Otros también me han ayudado a llevar cargas. Miembros de la iglesia que vinieron a mi lado cuando la muerte se llevó a un ser querido, abuelos que me ayudaron a comprar neumáticos para un vehículo, un niño que desembolsó el dinero que había ganado con tanto esfuerzo para ayudarme a pagar una factura, completos extraños que me ayudaron a liberar mi camión de un montón de nieve y un cónyuge que me ayuda a soportar cada carga que surge.
El antiguo profeta habló de cómo el Mesías venidero me ayudaría a soportar las cargas. No iría sobre un caballo blanco y conquistaría a los enemigos de Israel. Más bien, Él llevaría cargas la primera vez y vencería en Su Segunda Venida.
La carga más grande que Jesucristo ayuda a llevar es el pecado. Puesto que nací con una naturaleza pecaminosa, necesito alguien que me lleve la carga. En la cruz, Jesús cargó con los pecados de la humanidad. Aunque los pagué en su totalidad, los resultados de lo que Él logró sólo son efectivos cuando pido que lo que Él hizo se aplique a mi vida personal. El perdón no ocurre automáticamente.
Cuando le pido a Jesús que cargue con la carga de mi pecado, no sólo lo lleva, sino que lo quita y lo arroja tan lejos como está el Este del Oeste, y también lo empuja a las profundidades más extremas del océano.
En otras palabras, Él elimina el castigo por esta carga: la eternidad aparte de Él. Desafortunadamente, la vida también tiene otras cargas que no resultan de mi pecado personal sino de vivir en un mundo contaminado por el pecado. Estas cargas también necesito ayuda para soportarlas. Mientras otros me ayudan a sobrellevar estas cargas, sólo Dios puede hacerlo de manera constante y permanente. Otros me decepcionarán, no necesariamente intencionalmente sino simplemente porque son humanos.
Aunque la ayuda de los demás es maravillosa y necesaria, la ayuda de un Dios todopoderoso y omnisciente es crucial. Él es el portador de carga que nunca nos dejará ni nos abandonará. ¿Estás dejando que Cristo lleve tus cargas?
Martin Wiles Hodges, Carolina del Sur, EE.UU.